Eran las cinco treinta de la
tarde, estaba recostada viendo
un programa de televisión. Con treinta y nueve
semanas de
embarazo mi movilidad ya era algo lenta. Con un embarazo algo
difícil y el poco apego al ser que venía en camino hacían todo más complicado.
Sentí un pequeño dolor en el vientre, había
leído lo suficiente como para reconocer las contracciones, tomé aire y pensé
que ya era hora, calculé el tiempo entre cada contracción y al ver que eran
cada vez más seguidas fui a hospital acompañada de mi madre. Llegué con trabajo
de parto, pasaron cinco… Sólo cinco horas desde mi primera contracción. Cuando
ya estaba lista para pujar, en mis adentro sólo quería que todo acabara, seguí
pujando con mucho dolor, escuché la voz de la matrona gritando que pujara, que
mi hijo estaba sufriendo, en ese momento, el saber que él sufría hizo que
reaccionara… Pujé con todas mis fuerzas y al sentirlo llorar, al sentirlo en mi
pecho, supe que estaba destinada a amarlo por siempre.
Hermoso, de escritora, precioso.
ResponderEliminar