Siempre me he preguntado qué pasa con nuestra alma y
nuestros recuerdos a la hora de morir. ¿Será cierto lo que dice la biblia eso
de que “ polvo eres y al polvo volverás”¿No queda nada de nosotros en esta
tierra? ¿No existe una vida espiritual, un alma, o una próxima vida por vivir?
¿Tan solo nos reducimos al polvo?
Me cuesta creer que la muerte tenga esa facilidad de
llevarse lo mejor de nuestras vidas y también lo peor. Si soy sincera me daría
terror morir y ser un ente por decirle así, un ente que pueda pasearse por el
mundo de los vivos sin dar mayor señal de su presencia, odiaría ver a mi
familia sufriendo y odiaría aún más que con el paso del tiempo todas mis
vivencias no fuesen más que recuerdos.
No es fácil olvidar, olvidamos a personas que aún viven y es
aún más fácil olvidar a quienes se han dormido en la muerte, somos frágiles en
todo sentido, pero lo somos aún más cuando se trata de olvidar. El paso del
tiempo es implacable y lo de que hoy tanto duele con el pasar de los días va
pasando.
Me siento inconsecuente al querer seguir una vida más después
de la muerte, y a la vez ser solo polvo. Se vuelve difícil tratar de poner un
orden a los pensamientos más si se trata de la muerte. Está claro que no
estamos hechos para la pérdida de un ser querido y quizá tampoco estamos hechos
para una vida eterna.
Pienso en lo caótico que sería mi mente si tuviese la opción
de ser un alma en pena, quizá la muerte solo sea un eterno descanso, descanso a
las malas decisiones, a la difícil vida, al sufrimiento, a carencias afectivas,
o dolores del alma. Un descanso a tanta pensadera un descanso a los dolores de
la vida.
Pero sigo insistiendo que sería interesante poder tener ese
descanso eterno, sin sufrimientos… pero si con cada foto, con cada olor, con
cada recuerdo que alguna vez nos hizo sentir tan vivos. La muerte debería ser
el equilibrio perfecto entre lo mejor que tuvimos en vida y ese tan ansiado
descanso eterno.
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